“La misericordia tiene también el rostro de la consolación. «Consolad, consolad a mi pueblo» (Is 40,1), son las sentidas palabras que el profeta pronuncia también hoy, para que llegue una palabra de esperanza a cuantos sufren y padecen. No nos dejemos robar nunca la esperanza que proviene de la fe en el Señor resucitado. Es cierto, a menudo pasamos por duras pruebas, pero jamás debe decaer la certeza de que el Señor nos ama. Su misericordia se expresa también en la cercanía, en el afecto y en el apoyo que muchos hermanos y hermanas nos ofrecen cuando sobrevienen los días de tristeza y aflicción. Enjugar las lágrimas es una acción concreta que rompe el círculo de la soledad.” ( Papa Francisco en el año de la misericordia).
Hoy más que nunca, viviendo esta pandemia, sintámonos abrazados/as por la misericordia de Dios Padre, y abracemos al mundo y a los más debéis con la misma misericordia recibida del Padre. Confiemos y esperemos juntos la hora de Dios.