“En la congregación, a urgencia misionera está profundamente arraigada. Desde los inicios de la fundación, el Padre Zegrí no reparó en abrir surcos, enviando a Chile a dos hermanas para sembrar en dicha tierra la semilla del Evangelio, y nunca ceso de hacer posible aquello que soñaba como Jesús, poder pasar haciendo el bien a la humanidad, en Dios, por Dios y para Dios, dejándose interpelar por las necesidades de los más pobres, de quienes deseaba ser su providencia visible.
La vocación misionera de la Iglesia se encarnó en nuestro Beato, de tal manera que no hizo otra cosa que arder en caridad, de allí que aspirara a “curar todas las llagas, remediar todos los males, calmar todos los pesares, desterrar todas las necesidades, enjugar todas las lágrimas, no dejar, si posible fuera en todo el mundo, un solo ser abandonado, afligido, desamparado, sin educación religiosa y sin recursos”. Esto que nosotros, laicos/as, hermanas y hermanos hemos recibido al acoger su espiritualidad, debe mantener nuestro corazón es constante vigilia, despiertos/as para alcanzar la libertad donde hay esclavitud, para diakonar la Palabra de Dios donde urge mantener vivo el anuncio en bien de la salvación de las almas, para ejercer la caridad donde haga falta porque la Caridad no tiene patria.”