Las Constituciones de las Hermanas mercedarias de la caridad dicen de la misión en la Congregación


Comunidad en misión

  1. – Toda misión encuentra su fuente y su fin en el misterio de la Santísima Trinidad. La Iglesia, sacramento universal de salvación, tiene por misión anunciar e instaurar en todos los pueblos el Reino de Dios. La Vida Consagrada se hace misión bajo la acción del Espíritu, como lo ha sido la vida entera de Jesús[i]. La misión a la que está consagrada la Congregación, es la práctica de la caridad redentora, ejerciendo todas las obras de misericordia, espirituales y corporales, en la persona de los pobres, sirviéndoles en cuantas obras puedan redundar en beneficio de la humanidad pobre y necesitada[ii], según el lema y el ideal del Padre Fundador: Todo para bien de la humanidad, en Dios, por Dios y para Dios. Todas debemos sentirnos comprometidas en esta misión, convencidas de que el Instituto la cumple por la suma de esfuerzos de cada uno de sus miembros.
  2. – Según su carisma específico, la Congregación realiza la tarea encomendada por la Iglesia
  • imitando y continuando en el mundo la vida virgen, pobre y obediente de Cristo,
  • anunciando la salvación, ese gran don de Dios, que es liberación de todo lo que oprime a la persona humana[iii],
  • realizando la caridad redentora, que nos legó, como don del Espíritu, el Padre Fundador.64. – Una de las mayores urgencias de la caridad redentora, es el anuncio apasionado de Jesucristo a quienes aún no lo conocen, a quienes lo han olvidado y, de manera preferencial, a los más pobres[iv]. El verdadero anuncio del Evangelio exige mirar el rostro de Jesús, según las palabras de nuestro Fundador: La religiosa de Ntra. Sra. de las Mercedes debe mirar a Jesucristo, el único que ilumina al mundo[v]. La realización de nuestro carisma exige encarnación, inserción e inculturación concretas en las diversas culturas donde realizamos nuestra misión apostólica. 65. – La misión del Instituto, a través del ejercicio de la caridad redentora, conduce a que los hombres y mujeres de hoy se encuentren con Jesucristo Redentor, fuente de salvación. La acción evangelizadora, que forma cristianos comprometidos, supone:
  • alegría de anunciar la Buena Nueva
  • amor fraterno, siempre creciente, a la comunidad humana
  • humildad para dejarnos evangelizar por aquellos a los que nos dirigimos
  • fomentar el diálogo ecuménico e interreligioso desde la perspectiva de nuestro carisma. 66. – Los dones del Espíritu se manifiestan en cada hermana para enriquecer, desarrollar y rejuvenecer la vida de la Congregación y de la Iglesia[vi]. Pero el discernimiento de tales dones y de su aplicación, deben tener como medida la congruencia de los mismos con el estilo comunitario de nuestro Instituto y las necesidades de la Iglesia. La misión compete a la comunidad y desde ella se realiza. Todas nos sentiremos comprometidas con la misión de cada hermana. 67. – En la realización de nuestra misión, hemos de contemplar al ser humano en su totalidad, a cada persona concreta, real, histórica, querida por Dios, elegida por Él eternamente, llamada y destinada a la gracia y a la gloria; porque cada ser humano ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno se ha unido Cristo para siempre.
  • Para ejercer el servicio de la caridad redentora, que contempla al ser humano en su totalidad, necesitamos una adecuada preparación que nos esforzaremos por adquirir, tanto en el campo técnico-profesional como en el antropológico y teológico.
  1. – Por una específica llamada personal de Dios, hombres y mujeres son vocacionados a vivir su bautismo al servicio de la Iglesia y del mundo[vii], desde su propio estado; a vivir su vocación cristiana laical, compartiendo el carisma del P. Zegrí y la espiritualidad y misión de la Congregación. Su participación responsable en la vida, vocación y misión del Instituto, enriquece aspectos del carisma e irradia la espiritualidad más allá de las fronteras del mismo.
  2. – Uno de los objetivos principales de la Iglesia es fomentar la espiritualidad de comunión y el diálogo de la caridad, en el servicio del Evangelio. Comprometidas con el sentido eclesial de comunión, y fieles a nuestro propio carisma, estamos llamadas a colaborar y formar parte de las iniciativas intercongregacionales y de otras fuerzas sociales que buscan la liberación integral de los seres humanos.
  3. – Acudamos a María para que sea Ella quien nos dirija siempre en nuestra labor de caridad en el campo de la evangelización. Que Ella nos sugiera las palabras adecuadas y los gestos redentores que hagan más creíble nuestro anuncio y nuestra entrega generosa al servicio del Evangelio.

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